Tuesday, November 3, 2015

El niño





La calle está completamente oscura, sólo los automóviles que pasan logran iluminarla un poco. No ha sido siempre así. Antes podías ver a los niños jugando en las banquetas mientras sus madres se reunían para platicar sobre la escuela y sus avances en el gimnasio. Algunos paseaban a sus mascotas que llenaban de baba las diminutas manos de los pequeños que se asombraban con ellos.

Toda esa vida vespertina terminó aquél día en el que un conjunto de sueños fue abatido sobre el pavimento. El vehículo impactó contra uno de los niños. La paleta que llevaba en sus manos voló y se rompió en mil colores al dar contra el suelo, mientras se escuchaba el llanto de los frenos y los gritos desesperados de una madre llena de angustia, y las expresiones de los mirones sorprendidos.

Cuando la sangre brota, sabes que la vida ha explotado para celebrar la llegada de la muerte. El cuerpo del niño entre los brazos de su madre recibía el último calor del mundo. Todos se quebraron de dolor abandonando la calle por siempre.

La lluvia ha podido limpiar los rastros de la trágica despedida, el recuerdo está ahí. Aquél sigue ahí. Sólo basta con rebasar los ochenta kilómetros por hora para verlo cruzar. Por más que el municipio trate de restaurar el alumbrado de la calle, las luminarias duran menos de una semana encendidas. Ha aprendido a jugar en su dimensión oscura esperando a que un peatón le regale una paleta, le lance la pelota. Nadie pasa caminando, la leyenda lo ha confinado a una soledad fantasmal. Si pasas por ahí, no temas, quizá él te tome de la mano, sentirá seguridad y en el otro extremo te dejará con vida evitando que corras la misma mala suerte.



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