Monday, November 2, 2015
Las Cartas
Cada jueves cuando los árboles se mecían por el viento que anuncia la caída de la noche, una carta llegaba volando al buzón de María. Los pequeños sobres tenían en la parte superior derecha unas iniciales que apenas se distinguían.
Para cualquiera que lo viera, esas diminutas letras no significarían nada. Para María lo eran todo. Incluso la tinta tenía un olor que se quedaba impregnada en su nariz durante días, y cuando estaba a punto de olvidarla, otra carta llegaba a sus manos.
Estas cartas eran anónimas, en el fondo ella sabía quién las enviaba. Ya no estaba presente. ¿Había muerto? ¿Había muerto ella? Eso no importaba, el contenido de ellas revivía emociones que permanecían bajo el polvo que había cubierto su corazón años atrás.
Los papelitos decoraban su pared, podía leer los poemas inmortales cada noche antes del amanecer. Antes de que la vida continuara sin ella. Muy cerca de él con cada palabra colgando de su muro, leyendo una vida artificial que iluminaba sus ojos con recuerdos de ayeres estáticos en el tiempo. Ella volaba hasta esos momentos de alegría. Era capaz de tocarlo, de reunirse con él una noche más.
Al llegar el sol, el mundo se encendía, el pasado ardía y ella volvía a quedar rodeada de cenizas que sólo volvían a su forma original con la luna. Las cartas la mantenían despierta, vigilando cada ciclo en busca del próximo jueves.
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